La noticia conmocionó a Occidente el 8 de mayo, cerca
de medianoche, y las celebraciones brotaron a lo largo de Europa. En
Estados Unidos los norteamericanos despertaron con la noticia y
declararon el 8 de mayo el día V-E, mientras que en la Unión
Soviética era ya día 9 -de acuerdo a la hora de
Moscú- cuando la rendición militar alemana se hizo
efectiva. Desde entonces Rusia y muchos países del Este
europeo conmemoran en esa fecha el Día de la Victoria.
Se
había terminado el Tercer Reich y muchos creyeron que había
terminado la Segunda Guerra Mundial.
Grave
error.
A
partir del 8 de mayo de 1945 las brasas aún encendidas y
disfrazadas de cenizas, quedaron humeando en el sebo y la antorcha de
una Alemania partida en cuatro o cinco pedazos, que no sabía
por donde empezar para volver a ponerse de pie.
Sin
rumbo fijo, sin presidente, sin canciller y sin organización
estatal alguna, los gobiernos de Estados Unidos, Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas, Reino Unido y el provisional de la República Francesa, asumen la
autoridad suprema de Alemania, incluyendo a todas los poderes
poseídos por el Ejecutivo alemán, el Alto Mando y
cualquier autoridad estatal, municipal o local. El 5 de
junio de 1945 las cuatro potencias firmaron el documento en Berlín
y el gobierno ‘de facto’ se convirtió en de ‘iure’.
El
nuevo conflicto internacional, que años después se
conocería como ‘Guerra Fría’ se instala de esta
manera en Alemania y allí se alimenta con la leña de
miles y miles de árboles caídos en terreno germano.
Esto es: Polonia y la URSS se quedaron con Prusia Oriental; Polonia se
quedó, además, con las tierras ubicadas al Este del río
Oder; el resto de Alemania -excluyendo a Berlín- se dividió
en cuatro zonas militares de ocupación: estadounidense,
británica, francesa y soviética; y algo similar le
ocurrió a Austria. Berlín, en tanto, convertida en
escombros manchados de sangre, era la guinda del postre por la que se
peleaban las cuatro potencias.
Lo
demás ya se sabe. Las
diferencias entre yankees y rusos se fue haciendo cada vez mayor, los
franceses se lavaban las manos porque demasiados problemas tenían ya en casa y los ingleses "bien gracias"; por lo que el famoso grupo de
los Aliados terminó desalineado por completo.
Lo
que quiero decir es que estando aún cicatrizando las heridas
germanas, y con rusos y yankees peleando por el mejor bocado de la
parrilla, en 1949 las tres zonas occidentales se convirtieron en la
República Federal Alemana (RFA) por lo que comenzaron los
trabajos de reconstrucción y protección de las
fronteras.
Lo
que quiero decir es que, así como nació la RFA, de un
lado, en el mismo instante nacía del otro la RDA (República
Democrática Alemana), con lo que Alemania quedó partida
al medio con buenos, malos y feos de los dos bandos.
Berlín,
en tanto, hija predilecta de Alemania, siguió dividida en
cuatro sectores desmilitarizados y supuestamente independientes de
los dos estados alemanes. Pero en realidad Berlín Occidental
contaba con representantes en el Bundestag de la RFA y Berlín
Oriental fue declarado capital de la RDA.
En
el resto del mundo, donde ya no existía Segunda
Guerra Mundial, crecía y crecía la Guerra Fría,
cuyos residuos iban a parar al basurero europeo que por ese entonces
eran las dos Alemanias.
Si
bien las Alemanias estaban muy divididas, la mayor división
comenzó a darse en Berlín, donde el traslado de
berlineses de una a la otra ciudad creció en forma
considerable.
Entre
1949 y 1961, casi 3 millones de personas abandonaron la RDA desde
Berlín Oriental. Además, para polacos y checos Berlín
Occidental se convirtió en la puerta hacia occidente.
A
menudo se trataba de jóvenes alemanes bien formados que
buscaban futuro en occidente, lo que constituía una amenaza a
la economía de la RDA y, en última instancia, a la
población de los países. Aproximadamente 50.000
trabajadores de Berlín Oriental trabajaban y vivían en
Berlín Oeste, pero se aprovechaban de las condiciones
financieras favorables de Berlín Este, siendo conocidos como
Grenzgänger.
En
la década del 60, la división berlinesa generó
mercados negros de dinero, mercado negro de mercancías y
alimentos, contrabando y tráfico ilegal de personas. La
economía planificada del Este te fue a pique ante una relación
1 : 4 de su dinero con respecto al Marco occidental.
La
situación se ponía cada vez más difícil,
y había que encontrar una solución.
Emulando
al anterior gobierno del Tercer Reich, Alemania del Este decidió
hacer lo mismo que Hitler hacía con los muertos: taparlos con
cemento.
Y
diseñaron un muro. Un muro que serviría a los gobernantes del
Bloque del Este para detener la evasión de los trabajadores y
campesinos socialistas mediante el aislamiento.
El soldado Hans Conrad Schumann, en el momento de desertar de la RDA. La RFA no le brindó apoyo y sufrió contradicciones hasta 1998, año en que fruto de una fuerte depresión, se quitó la vida. |
Es
un “muro de protección antifascista” afirmó el
gobierno de la RDA cuyo objetivo era evitar las agresiones
occidentales, argumentando que la construcción del muro era
consecuencia obligada de la política de Alemania Federal y sus
socios de la Organización del Tratado del Atlántico
Norte (OTAN).
Había
nacido el Muro de Berlín.
Habían
encontrado el eslabón necesario para darle continuidad a la
Segunda Guerra Mundial.
Todo
lo que sigue ustedes ya lo conocen: el muro se extendía en 45
kilómetros que dividían la ciudad de Berlín en
dos y 115 kilómetros que separaban a la parte occidental de la
ciudad del territorio de la RDA. Muchas
personas murieron intentando escapar del mismo, y centenares de ellas
lograron escaparse, incluido el soldadito alemán de 19 años,
Hans Conrad Schumann, quién se hartó de hacer guardia y
saltó la alambrada en un cruce de calles que hoy lo recuerda
de forma chata y vacía.
El tema es que, después de
tantos años, el 9 de noviembre de 1989 comenzó la caída
del muro que concluyó con lo que hoy, veinte años
después, se puede ver de él: unos 6 a 10 metros de muro
que no se voltearon, para que quedara a modo de homenaje.
Se
cayó el muro, se crea de nuevo una única Alemania
unificada, se termina la Segunda Guerra Mundial pero Berlín
sigue dividida.
La
capital alemana, que recuperó ese cargo también en los
últimos 20 años, aún sangra sus heridas. Muchos de los vecinos del Este y los del Oeste no cambiaron su ideología ni
su forma de pensar; la historia de Prusia no está ausente de
las miradas y los rostros de la capital germana y la historia más
reciente, la de todo el siglo pasado, sigue haciendo sentir vergüenza
a los berlineses que evitan el bulto cuando uno les pregunta por el
muro, por los muertos, por los homenajes, por tanta mierda.
No
hay sonrisas.
Hay
edificios nuevos, cuadrados, exactos y llenos de cemento.
Como
si el cemento que sacaron del muro lo hubiesen volcado en las nuevas
construcciones, para evitar que la ciudad sonriera.
Hace
veinte años se tumbó el muro de Berlín. Pero no
los motivos ideológicos que lo construyeron.
Aún
queda camino por recorrer en Berlín.
Aún
quedan vecinos por recibir, historias por contar, árboles por
plantar, libros por escribir e hijos esperando nacer.
Aún
es necesario que Berlín recupere -si es que alguna vez la
tuvo- la sonrisa.
Marcelo Bailone - Berlín 9-11-2009
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