11/7/12

El Muro

Tras el supuesto suicidio de Hitler el 30 de abril de 1945, pasó apenas una semana hasta que el Tercer Reich presentó su rendición.
La noticia conmocionó a Occidente el 8 de mayo, cerca de medianoche, y las celebraciones brotaron a lo largo de Europa. En Estados Unidos los norteamericanos despertaron con la noticia y declararon el 8 de mayo el día V-E, mientras que en la Unión Soviética era ya día 9  -de acuerdo a la hora de Moscú- cuando la rendición militar alemana se hizo efectiva. Desde entonces Rusia y muchos países del Este europeo conmemoran en esa fecha el Día de la Victoria.
Se había terminado el Tercer Reich y muchos creyeron que había terminado la Segunda Guerra Mundial.
Grave error.
A partir del 8 de mayo de 1945 las brasas aún encendidas y disfrazadas de cenizas, quedaron humeando en el sebo y la antorcha de una Alemania partida en cuatro o cinco pedazos, que no sabía por donde empezar para volver a ponerse de pie.
Sin rumbo fijo, sin presidente, sin canciller y sin organización estatal alguna, los gobiernos de Estados Unidos, Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Reino Unido y el provisional de la República Francesa, asumen la autoridad suprema de Alemania, incluyendo a todas los poderes poseídos por el Ejecutivo alemán, el Alto Mando y cualquier autoridad estatal, municipal o local. El 5 de junio de 1945 las cuatro potencias firmaron el documento en Berlín y el gobierno ‘de facto’ se convirtió en de ‘iure’.
El nuevo conflicto internacional, que años después se conocería como ‘Guerra Fría’ se instala de esta manera en Alemania y allí se alimenta con la leña de miles y miles de árboles caídos en terreno germano.
Esto es: Polonia y la URSS se quedaron con Prusia Oriental; Polonia se quedó, además, con las tierras ubicadas al Este del río Oder; el resto de Alemania -excluyendo a Berlín- se dividió en cuatro zonas militares de ocupación: estadounidense, británica, francesa y soviética; y algo similar le ocurrió a Austria. Berlín, en tanto, convertida en escombros manchados de sangre, era la guinda del postre por la que se peleaban las cuatro potencias.
Lo demás ya se sabe. Las diferencias entre yankees y rusos se fue haciendo cada vez mayor, los franceses se lavaban las manos porque demasiados problemas tenían ya en casa y los ingleses "bien gracias"; por lo que el famoso grupo de los Aliados terminó desalineado por completo.
Lo que quiero decir es que estando aún cicatrizando las heridas germanas, y con rusos y yankees peleando por el mejor bocado de la parrilla, en 1949 las tres zonas occidentales se convirtieron en la República Federal Alemana (RFA) por lo que comenzaron los trabajos de reconstrucción y protección de las fronteras.
Lo que quiero decir es que, así como nació la RFA, de un lado, en el mismo instante nacía del otro la RDA (República Democrática Alemana), con lo que Alemania quedó partida al medio con buenos, malos y feos de los dos bandos.
Berlín, en tanto, hija predilecta de Alemania, siguió dividida en cuatro sectores desmilitarizados y supuestamente independientes de los dos estados alemanes. Pero en realidad Berlín Occidental contaba con representantes en el Bundestag de la RFA y Berlín Oriental fue declarado capital de la RDA.
En el resto del mundo, donde ya no existía Segunda Guerra Mundial, crecía y crecía la Guerra Fría, cuyos residuos iban a parar al basurero europeo que por ese entonces eran las dos Alemanias. 
Si bien las Alemanias estaban muy divididas, la mayor división comenzó a darse en Berlín, donde el traslado de berlineses de una a la otra ciudad creció en forma considerable.
Entre 1949 y 1961, casi 3 millones de personas abandonaron la RDA desde Berlín Oriental. Además, para polacos y checos Berlín Occidental se convirtió en la puerta hacia occidente.
A menudo se trataba de jóvenes alemanes bien formados que buscaban futuro en occidente, lo que constituía una amenaza a la economía de la RDA y, en última instancia, a la población de los países. Aproximadamente 50.000 trabajadores de Berlín Oriental trabajaban y vivían en Berlín Oeste, pero se aprovechaban de las condiciones financieras favorables de Berlín Este, siendo conocidos como Grenzgänger.
En la década del 60, la división berlinesa generó mercados negros de dinero, mercado negro de mercancías y alimentos, contrabando y tráfico ilegal de personas. La economía planificada del Este te fue a pique ante una relación 1 : 4 de su dinero con respecto al Marco occidental.
La situación se ponía cada vez más difícil, y había que encontrar una solución.
Emulando al anterior gobierno del Tercer Reich, Alemania del Este decidió hacer lo mismo que Hitler hacía con los muertos: taparlos con cemento.
Y diseñaron un muro. Un muro que serviría a los gobernantes del Bloque del Este para detener la evasión de los trabajadores y campesinos socialistas mediante el aislamiento.
El soldado Hans Conrad Schumann, en el momento de desertar de 
la RDA. La RFA no le brindó apoyo y sufrió contradicciones hasta 
1998, año en que fruto de una fuerte depresión, se quitó la vida.
En la noche del 12 y 13 de agosto de 1961, sin previo aviso, se construyó el muro entero. Casi 15.000 soldados cuidaban los accesos, y otros miles de soldados soviéticos se apostaron detrás del muro listos para el posible combate en la frontera aliada. Todos los medios de transporte que aún comunicaban ambos Berlines fueron detenidos. Sin embargo, las líneas S-Bahn y U-Bahn de Berlín Occidental que circulaban bajo Berlín Este, siguieron funcionando sin detenerse en las estaciones orientales.
Es un “muro de protección antifascista” afirmó el gobierno de la RDA cuyo objetivo era evitar las agresiones occidentales, argumentando que la construcción del muro era consecuencia obligada de la política de Alemania Federal y sus socios de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Había nacido el Muro de Berlín.
Habían encontrado el eslabón necesario para darle continuidad a la Segunda Guerra Mundial.
Todo lo que sigue ustedes ya lo conocen: el muro se extendía en 45 kilómetros que dividían la ciudad de Berlín en dos y 115 kilómetros que separaban a la parte occidental de la ciudad del territorio de la RDA. Muchas personas murieron intentando escapar del mismo, y centenares de ellas lograron escaparse, incluido el soldadito alemán de 19 años, Hans Conrad Schumann, quién se hartó de hacer guardia y saltó la alambrada en un cruce de calles que hoy lo recuerda de forma chata y vacía. 
El tema es que, después de tantos años, el 9 de noviembre de 1989 comenzó la caída del muro que concluyó con lo que hoy, veinte años después, se puede ver de él: unos 6 a 10 metros de muro que no se voltearon, para que quedara a modo de homenaje.
Se cayó el muro, se crea de nuevo una única Alemania unificada, se termina la Segunda Guerra Mundial pero Berlín sigue dividida.
La capital alemana, que recuperó ese cargo también en los últimos 20 años, aún sangra sus heridas. Muchos de los vecinos del Este y los del Oeste no cambiaron su ideología ni su forma de pensar; la historia de Prusia no está ausente de las miradas y los rostros de la capital germana y la historia más reciente, la de todo el siglo pasado, sigue haciendo sentir vergüenza a los berlineses que evitan el bulto cuando uno les pregunta por el muro, por los muertos, por los homenajes, por tanta mierda.
No hay sonrisas.
Hay edificios nuevos, cuadrados, exactos y llenos de cemento.
Como si el cemento que sacaron del muro lo hubiesen volcado en las nuevas construcciones, para evitar que la ciudad sonriera.
Hace veinte años se tumbó el muro de Berlín. Pero no los motivos ideológicos que lo construyeron.
Aún queda camino por recorrer en Berlín.
Aún quedan vecinos por recibir, historias por contar, árboles por plantar, libros por escribir e hijos esperando nacer.
Aún es necesario que Berlín recupere -si es que alguna vez la tuvo- la sonrisa.

Marcelo Bailone - Berlín 9-11-2009
    

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